El convento de Lerma alberga a monjas de clausura desde 1604. Cuando sor Verónica entró, la hermana más joven tenía 40 años y hacía 23 que no entraba una nueva novicia. Con 28 años, Verónica fue nombrada maestra de novicias. Ya empezaba a obrarse el milagro. Se empezó a pasar la voz sobre el especial carisma, la entrega y el ambiente de devoción y espiritualidad que se vive en el convento con la llegada de quien años más tarde sería su abadesa.
¿Cómo es esta hermana que se ha convertido en un referente para los católicos españoles? Resulta algo difícil saberlo, ya que no hay que olvidar que hablamos de monjas de clausura. Con motivo de la ordenación episcopal de su hermano, sor Verónica concedió la que hasta hoy es la única entrevista que ha dado. El elegido fue el periodista Javier Morán. Él cuenta que la religiosa es “una mujer guapa, con grandes ojos verdes Tras hablar con ella sentí que había estado con una persona que habita en otra dimensión, en un sentido místico, como si recibiese una inspiración superior y respondiera a una gran presencia en su vida. De su boca salieron expresiones propias del lenguaje religioso: “La ley debe estar a favor de la caridad” o “Existen cristianos de fuego”.
En la entrevista sor Verónica afirmó ser “la mujer más feliz de la tierra. Jesucristo ha sido mi aliento, mi vida, mi latir, mi sentir”.
POR QUÉ ESTÁN ALLÍ
Las hermanas de Sor Verónica impactan no solo por su número, sino también por su formación. Hay aquí abogadas, economistas, físicas, químicas, ingenieras, arquitectas, médicas, farmacéuticas, biólogas, filólogas, pedagogas, fotógrafas y hasta una ex modelo.
Una periodista del diario “El Mundo” cuenta que, ante su insistencia para que le respondieran qué es lo que las atrae tanto de este convento, desde el otro lado de la reja que separa el cenobio de la calle, una de las hermanas le respondió: “Dios. Él nos hace inmensamente felices”.
En el convento se puede adquirir un libro titulado “Ven y verás”, en el que 93 hermanas responden a la pregunta “¿Por qué estáis aquí?”. Uno de los testimonios es el de Blanca Martínez: “Tenía todo lo que una chica puede desear. Estudiaba Relaciones Laborales. Tenía amigos, novio, me encantaba la moda, el deporte, salir. Pero experimentaba un vacío inmenso. Una noche llegué a mi casa de madrugada, no podía dormir. “La vida tiene que ser algo más”, pensaba. Me dolían las miradas vacías, los rostros sin esperanza, y yo me sentía igual. Una tarde escuchaba música a todo volumen, fumaba en la cama, pasaba de todo, tocaba fondo. En ese momento sentí un impulso: “Levántate!”. Salí de casa, sin rumbo y encontré a Cristo a través de un sacerdote. Lo había conocido meses atrás: “Si Dios existe tiene que mirar así”, pensé. Aquella tarde el sacerdote me preguntó: “Qué te pasa? ¿Qué te falta?”. “Todo y nada”, respondí. A los pocos minutos le estaba abriendo mi vida”.
PEREGRINOS EN BUSCA DE DIOS
El florecimiento de vocaciones impulsado por sor Verónica hizo que el convento de Lerma se quedara pequeño ante la gran cantidad de postulantes. Así que hace cinco años la abadesa logró que los franciscanos le cedieran por 30 años un enorme monasterio a 40 kilómetros de Lerma, en La Aguilera, contiguo al santuario y a la tumba de San Pedro Regalado. Es una sola comunidad con dos sedes y una sola abadesa. Una situación única en el mundo, concesión directa del Vaticano que mira con especial cariño a la comunidad de sor Verónica.
Las puertas de la hospedería de La Aguilera se abren para los peregrinos que cada fin de semana llegan ávidos de impregnarse de la fuerza espiritual de la comunidad. Son, sobre todo, miembros de los nuevos movimientos de la Iglesia que son, asimismo, los que contribuyen principalmente con el engrosamiento de las filas católicas: Camino Neocatecumenal, Comunión y Liberación, Regnum Christi (Legionarios de Cristo), Lumen Dei, Renovación Carismática o Schonstatt. Los movimientos a los que, igualmente, pertenece la mayoría de las hermanas del convento.
“Pasan como unos 200 o 300 jóvenes todos los fines de semana, sin convocarlos. Ellos piden venir, llegan en autobuses. Damos testimonio de nuestra vida, alguna de nosotras cuenta la vocación. Nos preguntan sobre la fe, sobre Dios”, contó sor Verónica Berzosa en la única entrevista que ha concedido.
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DIC